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martes, 12 de mayo de 2015

Falleció el locutor y presentador Eduardo Balaguer


El reconocido presentador de festivales folklóricos en toda la Patagonia falleció esta noche pasadas las 21:00 horas . Balaguer se encontraba en el norte del país en delicado estado de salud.

A la hora 21:15 en el Hospital Francés de Capital Federal falleció luego de soportar los embates de una penosa enfermedad el locutor y presentador Eduardo Horacio Balaguer a la edad de 75 años
Balaguer fue una de las voces radiales mas representativas del Folclore Argentinoen Santa Cruz, con mas de 40 años de radio, en las emisoras LU14 y LU12.
Eduardo Balaguer había nacido el 24 de noviembre de 1939 nací en Villa Ballester, provincia de Buenos Aires .Sus restos serán velados y sepultados en horario a confirmar.

Eduardo Balaguer creció en el seno de una familia trabajadora de Villa Ballester en la provincia de Buenos Aires, en la que fue el mayor de siete hermanos. Mientras concurría a la escuela primaria, también recorría su barrio vendiendo verduras en un canasto para ayudar a sus padres, él ferroviario y ella ama de casa. Más adelante aprendió el oficio de soldador y en 1972 tuvo la oportunidad de ingresar en la empresa SADE, la cual convocaba a operarios para una gran obra petrolera que desarrollaba en San Sebastián, Tierra del Fuego. En el sur volvería a subirse a los escenarios -actividad que iniciara anteriormente en el memorable Club


El 24 de noviembre de 1939 nací en Villa Ballester, partido de San Martín, provincia de Buenos Aires, pegado a la avenida General Paz, que divide capital con provincia y me crié en Villa Ballester. Mi madre, María Luisa Martínez, se dedicaba a la casa, y mi padre, Salvador Balaguer, era ferroviario en los trenes de carga. Eramos siete hermanos.
Tuve la suerte de conocer a mis cuatro abuelos: los paternos, José y Amparo, españoles. Mi abuelo materno era brasilero y mi abuela, Dora Elisa Gauna, entrerriana, criolla, bien morocha. Mi padre tenía siete hermanos, todos de oficio o empleados: uno tenía una fábrica de cuchillos, otro hacía jaulas, uno era albañil y otro empleado de inmobiliaria…
Hice la escuela primaria en el barrio y después tuve que salir a trabajar, porque era el mayor de los hermanos y tenía que contribuir con la olla. Iba a la escuela y después de clase, a la tarde, buscaba dos canastos con los que vendía verduras que compraba en una quinta. Tenía buenos clientes, como las familias alemanas del barrio. Más adelante empecé a trabajar en una feria en el puesto de papas, batatas, cebollas y ajos. 
Ahí fui tomando experiencia, hasta que un primo me llevó a trabajar a un taller muy grande donde fabricaban cabreadas y portones. En esta metalúrgica aprendí a soldar y me valió conseguir un mejor empleo en Capital Federal. Me fui al taller “Greco” de calle Federico Lacroze, en Chacarita, donde fui muy bien remunerado porque aunque fuera pibe me pagaban a la altura de los soldadores oficiales. 
Había dos especialistas para hacer las puertas de acero inoxidable para los panteones, y puertas y ventanas para departamentos. Mi papá ganaba 800 pesos en el ferrocarril y yo 1.600 en el taller, entonces le pasaba 800 pesos a mi madre para colaborar en casa y el resto me quedaba a mí para “malgastarlo”, porque era muy chico. En este taller estuve unos cuatro años.

Eduardo vigilante
En 1959 -con 19 años- ingresé a la Policía como “coreano”… quería decir que uno podía hacer el servicio militar trabajando como policía. Hice mi adiestramiento en la Escuela de Villa Lugano, después me enviaron a la Policía Montada de Cavia y Alcorta, luego me designaron a la Comisaría Nº 39 de calle Olazábal 5439 en Villa Urquiza. Mi último destino fue la Comisaría Nº 45 de José Cuba 4154 en Villa Devoto. Mi intención era trabajar por un año, pero cuando pedí la baja no querían dármela y estuve seis años, seis meses y dieciséis días, hasta que hice abandono de servicio. 
Era 1965, 1966… Esta era una época muy mala de enfrentamientos entre trotskistas y tacuara en la que murieron varios compañeros de la fuerza porque decían: “Haga patria, mate un vigilante”. 
Aún vivía con mi familia en Villa Ballester y tenía que viajar con el uniforme hasta la Capital Federal, entonces por seguridad dejaba el uniforme en un garaje cerca de la comisaría, viajaba de civil en el colectivo y me cambiaba en el garaje para llegar con el uniforme a la comisaría y de regreso lo mismo.
Me cansé de esta situación y me fui a la estancia de Hernandarias, Entre Ríos, donde mi abuelo era administrador. Allí me quedé poco más de treinta días, que era lo que necesitaba para que la Policía dejara de buscarme. Una vez terminado ese tiempo, me presenté en la fuerza y me enviaron cinco días a la Montada, y estuve seis meses en disponibilidad -cobrando el sueldo- hasta que me salió la baja.
El inicio como presentador musical
Mi llegada al Club del Clan fue un poco por casualidad porque me pusieron de vigilancia en lo que había sido el Cine América de San Andrés, que al lado tenía una pista al aire libre. El sábado se presentaban los artistas en vivo para el público, los mismos que salían en la televisión. Ahí trabajaba yo hasta que un día pedí permiso para presentar a un artista y como estaba seguro de tener condiciones, me dejaron hacerlo y empecé a dedicarme a la presentación. 
En 1971 me encontraba con mi primera esposa y mis dos hijos en el Club Las Heras, en la peña “Panambí” de Villa Ballester, y no había quien presentara a Hernán Figueroa Reyes. Uno de la comisión le contó a mi esposa y ella le comentó que yo era presentador, entonces me pidió que lo presentara, pero le dije que no conocía nada de folclore, sin embargo este hombre insistió: “No, pero usted está trabajando en el escenario del Club del Clan” - “Sí, sí” - “Y bueno, si presenta en el Club del Clan puede presentar folclore”. En ese momento venía de presentar a “Lalo” Fransen, Juan Ramón, “Johny” Tedesco, “Chicote” López, “Palito” Ortega, Leo Dan, Julio Sosa, Violeta Rivas, Néstor Fabián...
Más adelante me llamaron de otra peña para que presentara a los artistas, después me llamaron de un club de barrio y a los cuatro meses me convocaron de la primera peña, Panambí, y me pagaron por primera vez.

Hacia Tierra del Fuego
Una vez que salí de la Policía, compré algunas máquinas y abrí un taller por mi cuenta de alargue y acorte de chasis en Dorrego 226 (Villa Ballester), porque sabía bastante de soldadura, pero me fue regular y ante una buena oportunidad de trabajo en Tierra del Fuego, decidí trasladarme al sur. Hasta ese momento no sabía absolutamente nada de la Patagonia, solamente que estaba muy lejos.
Hice la prueba de soldador de alta presión en la empresa SADE de Florida y aprobé, pero faltaba el examen psicofísico…
En ese momento era asmático crónico y tenía que agarrarme de las paredes para llegar a la salita verde donde me aplicaban adrenalina subcutánea. Había pasado por muchos remedios que no me calmaban. Mi problema era la humedad y lo descubriría más tarde…
Un primo mío -que tenía mis mismas iniciales- hizo en mi lugar el examen psicofísico para que el asma no me delatara.
El 2 de noviembre de 1972 llegué en avión a Río Grande y recuerdo haber bajado la escalerilla y sentido inmediatamente que algo de adentro se me escapaba, porque evidentemente beneficiaba mi salud el aire frío y seco. Un chofer de la empresa SADE me llevó a San Sebastián, a unos noventa kilómetros de Río Grande, donde estaban construyendo la planta petrolera para YPF. Unos días después estaba jugando al fútbol con los muchachos sin que me ahogara, como era costumbre.
El administrador me preguntó dos días después a qué me dedicaba y le dije que además de soldadura, trabajaba animando festivales folclóricos y me dijo que le venía muy bien porque el próximo 10 de noviembre tenían el Festival de la Tradición en el gimnasio Don Bosco de los salesianos. Me dijo que me autorizaba, además él tenía un dúo musical.
Allí presenté a Roca Marú y a Alejandro Chacobar de Chile, “Patagonia Cuatro” y muchos artistas de Tierra del Fuego. 
En la obra de montaje que desarrollaba SADE trabajaban alrededor de 450 operarios y vivíamos en un campamento en San Sebastián. El trabajo consistía en la apertura de zanjas con máquinas, soldadura de caños que se tiraban abajo y prueba de soldaduras. Hicimos el montaje de las salas de compresores y motores, además de las plantas separadoras y de almacenamiento. 
En ese momento Río Grande tenía unos cinco mil ochocientos habitantes. El fin de semana nos llevaban a los oficiales a Río Grande en camioneta y el lunes, de vuelta al campamento. El tema eran los caminos durante el invierno por la nieve y la escarcha, pero nunca tuvimos un problema más que salirnos de la ruta escarchada.
Una vez que terminé mi trabajo en SADE, seguí algunos meses en YPF y después me dediqué a vender libros a porcentaje para la firma que después fue la tienda “Magallanes” en Río Gallegos. Un día me pedían que vendiera una cosa y otro día otra, y como era buen vendedor despachaba de todo. Una vez me dieron para vender cuarenta juegos de sillones y enseguida salí a venderlos, sobre todo a los empleados de YPF por descuento por planilla. En poco tiempo tenía treinta y siete vendidos y a último momento ubiqué los tres faltantes.
Hice muchas amistades en Río Grande que todavía conservo.


Hacia Río Gallegos
En 1978 me trasladé a Río Gallegos para vender ropa, aunque no conocía mucho el ambiente. 
Me acuerdo que en la Escuela 10 estaba Jaime Torres, “Los Manceros Santiagueños” y el animador era el recordado y querido Miguel Cárcamo (Miguel Duval), un buen animador de esa época que me invitó a subir al escenario y a partir de ese día me empezó a llover trabajo de todos lados.
En esa época admiraba la manera de presentar que tenía Aníbal Forcada, que presentaba el Festival Nacional del Folclore de Pico Truncado y Julio Carrizo, que animaba la jineteada de Puerto Deseado. 
En esos años se organizaba alguna que otra peña en el Club Boca o el Centro Del Carmen, pero el folclore era bastante incipiente en la ciudad. El tema es que en el sur no teníamos música nativa, más allá de algunas notas producto de ceremonias de los tehuelches. El kaani y la chorrillera de Hugo Giménez Agüero son los primeros indicios de una música popular santacruceña, aunque aún no se reconozca y quizás deban pasar muchos años más.
En el folclore fui tomando experiencia conociendo a los artistas y sobre todo a sus obras. “Chango” Nieto, Eduardo Falú, Atahualpa Yupanqui, Jorge Cafrune, “Los Tucu Tucu”, “Los Chalchaleros”, “Los Cantores del Alba”, “Los de Salta”, Juan Daniel Toro y Facundo Toro, entre otros.
Me ha tocado en estos últimos años trabajar en el escenario con la nueva generación: “Chaqueño” Palavecino, Abel Pintos, Luciano Pereyra, Soledad. En la mayoría de los casos el gobierno provincial los contrata para las veladas patrióticas.

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