El reconocido presentador de festivales folklóricos en toda la Patagonia
falleció esta noche pasadas las 21:00 horas . Balaguer se encontraba en el
norte del país en delicado estado de salud.
A la hora 21:15 en el Hospital Francés de Capital Federal
falleció luego de soportar los embates de una penosa enfermedad el locutor y
presentador Eduardo Horacio Balaguer a la edad de 75 años
Balaguer fue una de las voces radiales mas representativas
del Folclore Argentinoen Santa Cruz, con mas de 40 años de radio, en las
emisoras LU14 y LU12.
Eduardo Balaguer había nacido el 24 de noviembre de 1939
nací en Villa Ballester, provincia de Buenos Aires .Sus restos serán velados y
sepultados en horario a confirmar.
Eduardo Balaguer creció en el seno de una familia trabajadora de Villa
Ballester en la provincia de Buenos Aires, en la que fue el mayor de siete
hermanos. Mientras concurría a la escuela primaria, también recorría su barrio
vendiendo verduras en un canasto para ayudar a sus padres, él ferroviario y
ella ama de casa. Más adelante aprendió el oficio de soldador y en 1972 tuvo la
oportunidad de ingresar en la empresa SADE, la cual convocaba a operarios para
una gran obra petrolera que desarrollaba en San Sebastián, Tierra del Fuego. En
el sur volvería a subirse a los escenarios -actividad que iniciara
anteriormente en el memorable Club
El 24 de noviembre de 1939 nací en Villa Ballester, partido de San Martín,
provincia de Buenos Aires, pegado a la avenida General Paz, que divide capital
con provincia y me crié en Villa Ballester. Mi madre, María Luisa Martínez, se
dedicaba a la casa, y mi padre, Salvador Balaguer, era ferroviario en los
trenes de carga. Eramos siete hermanos.
Tuve la suerte de conocer a mis cuatro abuelos: los paternos, José y Amparo,
españoles. Mi abuelo materno era brasilero y mi abuela, Dora Elisa Gauna,
entrerriana, criolla, bien morocha. Mi padre tenía siete hermanos, todos de
oficio o empleados: uno tenía una fábrica de cuchillos, otro hacía jaulas, uno
era albañil y otro empleado de inmobiliaria…
Hice la escuela primaria en el barrio y después tuve que salir a trabajar,
porque era el mayor de los hermanos y tenía que contribuir con la olla. Iba a
la escuela y después de clase, a la tarde, buscaba dos canastos con los que
vendía verduras que compraba en una quinta. Tenía buenos clientes, como las
familias alemanas del barrio. Más adelante empecé a trabajar en una feria en el
puesto de papas, batatas, cebollas y ajos.
Ahí fui tomando experiencia, hasta que un primo me llevó a trabajar a un taller
muy grande donde fabricaban cabreadas y portones. En esta metalúrgica aprendí a
soldar y me valió conseguir un mejor empleo en Capital Federal. Me fui al
taller “Greco” de calle Federico Lacroze, en Chacarita, donde fui muy bien
remunerado porque aunque fuera pibe me pagaban a la altura de los soldadores
oficiales.
Había dos especialistas para hacer las puertas de acero inoxidable para los
panteones, y puertas y ventanas para departamentos. Mi papá ganaba 800 pesos en
el ferrocarril y yo 1.600 en el taller, entonces le pasaba 800 pesos a mi madre
para colaborar en casa y el resto me quedaba a mí para “malgastarlo”, porque
era muy chico. En este taller estuve unos cuatro años.
Eduardo vigilante
En 1959 -con 19 años- ingresé a la Policía como “coreano”… quería decir que uno
podía hacer el servicio militar trabajando como policía. Hice mi adiestramiento
en la Escuela de Villa Lugano, después me enviaron a la Policía Montada de
Cavia y Alcorta, luego me designaron a la Comisaría Nº 39 de calle Olazábal
5439 en Villa Urquiza. Mi último destino fue la Comisaría Nº 45 de José Cuba
4154 en Villa Devoto. Mi intención era trabajar por un año, pero cuando pedí la
baja no querían dármela y estuve seis años, seis meses y dieciséis días, hasta
que hice abandono de servicio.
Era 1965, 1966… Esta era una época muy mala de enfrentamientos entre
trotskistas y tacuara en la que murieron varios compañeros de la fuerza porque
decían: “Haga patria, mate un vigilante”.
Aún vivía con mi familia en Villa Ballester y tenía que viajar con el uniforme
hasta la Capital Federal, entonces por seguridad dejaba el uniforme en un
garaje cerca de la comisaría, viajaba de civil en el colectivo y me cambiaba en
el garaje para llegar con el uniforme a la comisaría y de regreso lo mismo.
Me cansé de esta situación y me fui a la estancia de Hernandarias, Entre Ríos,
donde mi abuelo era administrador. Allí me quedé poco más de treinta días, que
era lo que necesitaba para que la Policía dejara de buscarme. Una vez terminado
ese tiempo, me presenté en la fuerza y me enviaron cinco días a la Montada, y
estuve seis meses en disponibilidad -cobrando el sueldo- hasta que me salió la
baja.
El inicio como presentador musical
Mi llegada al Club del Clan fue un poco por casualidad porque me pusieron de
vigilancia en lo que había sido el Cine América de San Andrés, que al lado
tenía una pista al aire libre. El sábado se presentaban los artistas en vivo
para el público, los mismos que salían en la televisión. Ahí trabajaba yo hasta
que un día pedí permiso para presentar a un artista y como estaba seguro de
tener condiciones, me dejaron hacerlo y empecé a dedicarme a la presentación.
En 1971 me encontraba con mi primera esposa y mis dos hijos en el Club Las
Heras, en la peña “Panambí” de Villa Ballester, y no había quien presentara a
Hernán Figueroa Reyes. Uno de la comisión le contó a mi esposa y ella le
comentó que yo era presentador, entonces me pidió que lo presentara, pero le
dije que no conocía nada de folclore, sin embargo este hombre insistió: “No,
pero usted está trabajando en el escenario del Club del Clan” - “Sí, sí” - “Y
bueno, si presenta en el Club del Clan puede presentar folclore”. En ese
momento venía de presentar a “Lalo” Fransen, Juan Ramón, “Johny” Tedesco,
“Chicote” López, “Palito” Ortega, Leo Dan, Julio Sosa, Violeta Rivas, Néstor
Fabián...
Más adelante me llamaron de otra peña para que presentara a los artistas,
después me llamaron de un club de barrio y a los cuatro meses me convocaron de
la primera peña, Panambí, y me pagaron por primera vez.
Hacia Tierra del Fuego
Una vez que salí de la Policía, compré algunas máquinas y abrí un taller por mi
cuenta de alargue y acorte de chasis en Dorrego 226 (Villa Ballester), porque
sabía bastante de soldadura, pero me fue regular y ante una buena oportunidad
de trabajo en Tierra del Fuego, decidí trasladarme al sur. Hasta ese momento no
sabía absolutamente nada de la Patagonia, solamente que estaba muy lejos.
Hice la prueba de soldador de alta presión en la empresa SADE de Florida y
aprobé, pero faltaba el examen psicofísico…
En ese momento era asmático crónico y tenía que agarrarme de las paredes para
llegar a la salita verde donde me aplicaban adrenalina subcutánea. Había pasado
por muchos remedios que no me calmaban. Mi problema era la humedad y lo
descubriría más tarde…
Un primo mío -que tenía mis mismas iniciales- hizo en mi lugar el examen
psicofísico para que el asma no me delatara.
El 2 de noviembre de 1972 llegué en avión a Río Grande y recuerdo haber bajado
la escalerilla y sentido inmediatamente que algo de adentro se me escapaba,
porque evidentemente beneficiaba mi salud el aire frío y seco. Un chofer de la
empresa SADE me llevó a San Sebastián, a unos noventa kilómetros de Río Grande,
donde estaban construyendo la planta petrolera para YPF. Unos días después
estaba jugando al fútbol con los muchachos sin que me ahogara, como era
costumbre.
El administrador me preguntó dos días después a qué me dedicaba y le dije que
además de soldadura, trabajaba animando festivales folclóricos y me dijo que le
venía muy bien porque el próximo 10 de noviembre tenían el Festival de la
Tradición en el gimnasio Don Bosco de los salesianos. Me dijo que me
autorizaba, además él tenía un dúo musical.
Allí presenté a Roca Marú y a Alejandro Chacobar de Chile, “Patagonia Cuatro” y
muchos artistas de Tierra del Fuego.
En la obra de montaje que desarrollaba SADE trabajaban alrededor de 450
operarios y vivíamos en un campamento en San Sebastián. El trabajo consistía en
la apertura de zanjas con máquinas, soldadura de caños que se tiraban abajo y
prueba de soldaduras. Hicimos el montaje de las salas de compresores y motores,
además de las plantas separadoras y de almacenamiento.
En ese momento Río Grande tenía unos cinco mil ochocientos habitantes. El fin
de semana nos llevaban a los oficiales a Río Grande en camioneta y el lunes, de
vuelta al campamento. El tema eran los caminos durante el invierno por la nieve
y la escarcha, pero nunca tuvimos un problema más que salirnos de la ruta
escarchada.
Una vez que terminé mi trabajo en SADE, seguí algunos meses en YPF y después me
dediqué a vender libros a porcentaje para la firma que después fue la tienda
“Magallanes” en Río Gallegos. Un día me pedían que vendiera una cosa y otro día
otra, y como era buen vendedor despachaba de todo. Una vez me dieron para
vender cuarenta juegos de sillones y enseguida salí a venderlos, sobre todo a
los empleados de YPF por descuento por planilla. En poco tiempo tenía treinta y
siete vendidos y a último momento ubiqué los tres faltantes.
Hice muchas amistades en Río Grande que todavía conservo.
Hacia Río Gallegos
En 1978 me trasladé a Río Gallegos para vender ropa, aunque no conocía mucho el
ambiente.
Me acuerdo que en la Escuela 10 estaba Jaime Torres, “Los Manceros
Santiagueños” y el animador era el recordado y querido Miguel Cárcamo (Miguel
Duval), un buen animador de esa época que me invitó a subir al escenario y a
partir de ese día me empezó a llover trabajo de todos lados.
En esa época admiraba la manera de presentar que tenía Aníbal Forcada, que
presentaba el Festival Nacional del Folclore de Pico Truncado y Julio Carrizo,
que animaba la jineteada de Puerto Deseado.
En esos años se organizaba alguna que otra peña en el Club Boca o el Centro Del
Carmen, pero el folclore era bastante incipiente en la ciudad. El tema es que
en el sur no teníamos música nativa, más allá de algunas notas producto de
ceremonias de los tehuelches. El kaani y la chorrillera de Hugo Giménez Agüero
son los primeros indicios de una música popular santacruceña, aunque aún no se
reconozca y quizás deban pasar muchos años más.
En el folclore fui tomando experiencia conociendo a los artistas y sobre todo a
sus obras. “Chango” Nieto, Eduardo Falú, Atahualpa Yupanqui, Jorge Cafrune,
“Los Tucu Tucu”, “Los Chalchaleros”, “Los Cantores del Alba”, “Los de Salta”,
Juan Daniel Toro y Facundo Toro, entre otros.
Me ha tocado en estos últimos años trabajar en el escenario con la nueva
generación: “Chaqueño” Palavecino, Abel Pintos, Luciano Pereyra, Soledad. En la
mayoría de los casos el gobierno provincial los contrata para las veladas
patrióticas.