Se cumplirán el 22 de agosto 42 años de la denominada
“masacre de Trelew”, en que fueron asesinados 16 presos políticos.
42 años de la Masacre de Trelew.
El 22 de agosto de 1972 fueron
asesinados 16 presos políticos seis días después de que se efectivizara una
acción conjunta de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), Ejército
Revolucionario del Pueblo (ERP) y Montoneros para liberar a guerrilleros
recluidos en la cárcel de máxima seguridad de Rawson.
En Trelew fueron asesinados 16
miembros de distintas organizaciones armadas peronistas y de izquierda, presos
en el penal de Rawson, capturados tras un intento de fuga y ametrallados
posteriormente por marinos dirigidos por el capitán de corbeta Luis Emilio
Sosa.
Los sucesos tuvieron lugar en la
madrugada del 22 de agosto de 1972, en la Base Aeronaval Almirante Zar, una
dependencia de la Armada Argentina próxima a la ciudad de Trelew, provincia del
Chubut.
Los hechos arrancaron el 15 de
agosto con un masivo intento de fuga de la cárcel de Rawson, pero solo seis de
los 110 reclusos lograron su propósito.
El planificador del operativo de
fuga era Mario Roberto Santucho, del Partido Revolucionario de los Trabajadores,
pero posiblemente Marcos Osatinsky, miembro de las FAR, había comenzado a
planificar la fuga aún antes de la llegada de Santucho al penal.
Estos dos dirigentes junto a
Fernando Vaca Narvaja, Roberto Quieto, Enrique Gorriarán Merlo y Domingo Menna
integraban el denominado “Comité de fuga”. Fueron los únicos que pudieron huir
rápidamente en un automóvil Ford Falcon que los esperaba, y trasladarse al
aeropuerto de Trelew para abordar una aeronave comercial BAC 1-11 de la empresa
Austral, previamente secuestrada por un comando guerrillero de apoyo, cuyos
integrantes viajaban como pasajeros.
Los demás vehículos de transporte
que debían esperar al resto de fugados no se hicieron presentes en la puerta de
la cárcel debido a una confusa interpretación de las señales preestablecidas.
Sin embargo, un segundo grupo de 19 evadidos logró arribar por sus propios
medios en tres taxis al aeropuerto, pero llegaron tarde, justo en el momento en
que la aeronave despegaba rumbo al vecino país de Chile, gobernado entonces por
el socialista Salvador Allende.
Al ver frustradas sus
posibilidades, luego de ofrecer una conferencia de prensa este contingente
depuso sus armas sin oponer resistencia ante los efectivos militares de la
Armada que mantenían rodeada la zona, solicitando y recibiendo públicas
garantías para sus vidas en presencia de periodistas y autoridades judiciales.
Una patrulla militar bajo las
órdenes del capitán de corbeta Luis Emilio Sosa, segundo jefe de la Base
Aeronaval Almirante Zar, condujo a los prisioneros recapturados dentro de una
unidad de transporte colectivo hacia dicha dependencia militar. Ante la
oposición de éstos y el pedido de ser trasladados de regreso nuevamente a la
cárcel de Rawson, el capitán Sosa adujo que el nuevo sitio de reclusión era transitorio,
pues dentro del penal continuaba el motín y no estaban dadas las condiciones de
seguridad.
Al arribar el contingente al
nuevo destino de detención, el juez Alejandro Godoy, el director del diario
Jornada, el subdirector del diario El Chubut, el director de LU17 Héctor “Pepe”
Castro y el abogado Mario Abel Amaya, quienes acompañaban como garantes a los
detenidos, no pudieron ingresar con ellos y fueron obligados a retirarse.
El espectacular intento de fuga y
el éxito parcial de los seis máximos jefes guerrilleros, que más tarde lograron
un salvoconducto para huir desde Chile hacia Cuba, tuvieron al gobierno militar
de la autoproclamada Revolución Argentina y a la opinión pública en vilo
durante tensos días. El sentimiento generalizado era que se tomarían cruentas
represalias a manera de escarmiento contra los demás protagonistas de la fuga,
en caso de no lograrse la repatriación de los seis jefes guerrilleros evadidos.
Debido a esta percepción, en la
mañana del 17 de agosto el Partido Justicialista envió un telegrama al ministro
del interior Arturo Mor Roig (parte de la mesa directiva del Partido Radical)
con el siguiente texto: “Reclamamos respeto derechos humanos presos políticos
unidad carcelaria Rawson responsabilizándolo por su integridad física amenazada
por medidas de represión”.
Mientras el gobierno de Alejandro
Agustín Lanusse intentaba presionar por todos los medios al presidente de Chile
Salvador Allende para que deportara a los fugados en calidad de prisioneros,
toda la zona de Rawson y Trelew era virtualmente ocupada por fuerzas militares
del ejército y gendarmería, quienes patrullaban continuamente y hacían
prácticamente imposible cualquier nuevo intento de fuga. La propia Base
Aeronaval de Trelew mantenía una numerosa dotación de tres mil efectivos de la
Armada. Regía en toda la zona un estado de máxima alerta, todo lo cual hacía
impensable reintentar otra operación de evasión.
En un clima de absoluta
hermeticidad y gran tensión, la noche del 21 de agosto permanecían reunidos en
la Casa de Gobierno los miembros de la Junta de Comandantes en Jefe de las tres
fuerzas armadas, colaboradores y ministros. No se brindó ninguna información a
los periodistas que aguardaban noticias.
Esa misma noche, a las 3:30
del 22 de agosto, en la Base Naval Almirante Zar, los 19 detenidos fueron
sorpresivamente despertados y sacados de sus celdas. Según testimonios de los
tres únicos reclusos sobrevivientes, mientras estaban formados y obligados a
mirar hacia el piso fueron ametrallados indefensos por una patrulla a cargo del
capitán de corbeta Luis Emilio Sosa y del teniente Roberto Bravo, falleciendo
la mayoría en el acto, y algunos heridos fueron rematados con armas cortas en
el piso. Luego, al ser interrumpidos, los siete sobrevivientes son llevados a la
enfermería, pero no se les presta ningún tipo de asistencia médica. Los únicos
tres sobrevivientes fueron trasladados al día siguiente a Puerto Belgrano,
donde fueron intervenidos.
La versión oficial del suceso
indicaba que se había producido un nuevo intento de fuga, con 16 muertos y tres
heridos entre los prisioneros, pero sin bajas en las filas de la Marina.
La misma noche del 22 el gobierno
sancionó la ley 19.797 que prohibía toda difusión de informaciones sobre
organizaciones guerrilleras. En los días sucesivos, hubo manifestaciones en las
principales ciudades de la Argentina, y numerosas bombas fueron colocadas en
dependencias oficiales como protesta por la matanza.
Los fallecidos fueron:
Alejandro Ulla (PRT-ERP)
Alfredo Kohon (FAR)
Ana María Villarreal de Santucho (PRT-ERP)
Carlos Alberto del Rey (PRT-ERP)
Carlos Astudillo (FAR)
Clarisa Lea Place (PRT-ERP)
Eduardo Capello (PRT-ERP)
Humberto Suárez (PRT-ERP)
Humberto Toschi (PRT-ERP)
José Ricardo Mena (PRT-ERP)
María Angélica Sabelli (Montoneros)
Mariano Pujadas (Montoneros)
Mario Emilio Delfino (PRT-ERP)
Miguel Ángel Polti (PRT-ERP)
Pedro Bonet (PRT-ERP)
Susana Lesgart (Montoneros)
Alejandro Ulla (PRT-ERP)
Alfredo Kohon (FAR)
Ana María Villarreal de Santucho (PRT-ERP)
Carlos Alberto del Rey (PRT-ERP)
Carlos Astudillo (FAR)
Clarisa Lea Place (PRT-ERP)
Eduardo Capello (PRT-ERP)
Humberto Suárez (PRT-ERP)
Humberto Toschi (PRT-ERP)
José Ricardo Mena (PRT-ERP)
María Angélica Sabelli (Montoneros)
Mariano Pujadas (Montoneros)
Mario Emilio Delfino (PRT-ERP)
Miguel Ángel Polti (PRT-ERP)
Pedro Bonet (PRT-ERP)
Susana Lesgart (Montoneros)
Heridos que lograron sobrevivir
Alberto Miguel Camps (FAR – Desaparecido luego en 1977)
María Antonia Berger (FAR – Desaparecida en 1979)
Ricardo René Haidar (Montoneros – Desaparecido en 1982)
El parco comunicado oficial del gobierno al respecto fue brindado a la prensa por el contralmirante Hermes Quijada, jefe del Estado Mayor conjunto, quien a los pocos meses, el 30 de abril de 1973 fue asesinado a balazos en el céntrico barrio del Congreso (ciudad de Buenos Aires) por Víctor José Fernández Palmeiro del ERP (alias “el gallego”) desde una motocicleta, quien a su vez cayó muerto por los disparos del chofer del militar.
Alberto Miguel Camps (FAR – Desaparecido luego en 1977)
María Antonia Berger (FAR – Desaparecida en 1979)
Ricardo René Haidar (Montoneros – Desaparecido en 1982)
El parco comunicado oficial del gobierno al respecto fue brindado a la prensa por el contralmirante Hermes Quijada, jefe del Estado Mayor conjunto, quien a los pocos meses, el 30 de abril de 1973 fue asesinado a balazos en el céntrico barrio del Congreso (ciudad de Buenos Aires) por Víctor José Fernández Palmeiro del ERP (alias “el gallego”) desde una motocicleta, quien a su vez cayó muerto por los disparos del chofer del militar.
En líneas generales, la
explicación del gobierno mencionaba que al realizar el jefe de turno (capitán
Luis Sosa) una recorrida de control en el alojamiento de los presos, mientras
éstos se encontraban en un pasillo, fue atacado por la espalda por Mariano Pujadas,
quien habría logrado sustraerle su pistola ametralladora. Escudándose en el
oficial los presos intentaron evadirse, pero el marino logró liberarse y fue
atacado a tiros, resultando herido.
En tal circunstancia -y siempre
según los dichos del almirante- la guardia contestó el fuego contra los
reclusos y se inicia así un intenso tiroteo, con los resultados conocidos: de
los 19 reclusos, 16 fueron muertos y 3 heridos graves. Las obvias preguntas al
respecto que realizaron los periodistas ante esta inverosímil declaración no
fueron respondidas. Inclusive cuando se le preguntó si el capitán Sosa estaba
realmente herido, el almirante Quijada respondió: “No puedo contestar. Es
secreto de sumario”.
Responsabilidades y consecuencias
Las versiones más documentadas de los confusos episodios que derivaron en esta tragedia coinciden en que la decisión de ejecutar a los prisioneros fue tomada por las autoridades de la Armada, sin el consentimiento expreso del gobierno del presidente Lanusse, quien luego no tuvo más alternativa que asumir la responsabilidad por los hechos.
Las versiones más documentadas de los confusos episodios que derivaron en esta tragedia coinciden en que la decisión de ejecutar a los prisioneros fue tomada por las autoridades de la Armada, sin el consentimiento expreso del gobierno del presidente Lanusse, quien luego no tuvo más alternativa que asumir la responsabilidad por los hechos.
Fue muy elocuente en tal sentido
el discurso pronunciado el 5 de septiembre de 1972, a pocos días de la
masacre, por el entonces capitán de navío Horacio Mayorga en la misma Base
Aeronaval Almirante Zar donde ocurrieron los hechos, y frente a todo el
personal de esa dependencia: “No es necesario explicar nada. Debemos dejar de
lado estúpidas discusiones que la Armada no tiene que esforzarse en explicar.
Lo hecho bien hecho está. Se hizo lo que se tenía que hacer. No hay que
disculparse porque no hay culpa. La muerte está en el plan de Dios no para
castigo sino para la reflexión de muchos”.
Por parte de las organizaciones
guerrilleras, existió desde el primer momento el convencimiento de que la
matanza fue un hecho planificado y decidido por los máximos exponentes del
gobierno, es decir, la Junta Militar. La consigna que inmediatamente adoptaron
las fuerzas insurgentes luego de conocido el fusilamiento fue: La sangre
derramada no será negociada. En tal sentido, durante los meses siguientes se
produjeron gran cantidad de hechos de violencia en venganza por los caídos de
Trelew.
Años más tarde, en una versión
alternativa comentada por el brigadier Juan Carlos Rey (integrante de la
mencionada Junta) al historiador Robert Potash, el entonces comandante en jefe
de la Fuerza Aérea asegura que el lamentable suceso fue “…un atroz accidente
motivado por la tensión, el miedo y el exceso de celo en la seguridad”.
En tanto en su libro “Mi
testimonio”, el Gral. Lanusse ratificó la versión oficial original, haciendo
mención a que el 16 de agosto le había ordenado al general Eduardo Ignacio
Betti, comandante de la IX Brigada, que los detenidos fueran trasladados de la
base aeronaval a la cárcel de Rawson, “por no tener la base de Trelew
instalaciones adecuadas ni personal capacitado para su vigilancia”. Según el
propio Lanusse, tal orden no fue cumplida, aseverando que “los trágicos hechos
del 22 de agosto ponían en evidencia que mis temores habían sido
lamentablemente acertados”
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Bienvenidos!