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viernes, 17 de agosto de 2012

Habladurías con José Silva Manteniendo viva la llama



Comenzó su tarea en los medios de comunicación hace más de 20 años participando en programas deportivos de radio, sin embargo, poco después se convirtió en uno de los reporteros gráficos más reconocidos y respetados de nuestro medio. También fue disk jockey en la década del ochenta, tarea que actualmente ha vuelto a realizar como hobby. Tuvo una infancia feliz y una adolescencia que, a poco de caminar, estuvo marcada por la Guerra de Malvinas donde fue soldado de reserva.

José Silva es realmente una persona que se ha ganado un lugar en nuestra sociedad como reportero gráfico y periodista. Su labor actualmente es muy valorada y ese andar diario -incansable y cámara en mano-, los lectores lo vemos reflejado diariamente donde sea que se produzca la noticia. 
José realmente forma parte de nuestra ciudad, porque, entre otras cosas, ha sido una de las personas que más episodios ha cubierto en los últimos años y eso le da -aunque no sea su propósito- la facultad de hablar sobre la profesión que tanto ama, tanto como sobre otros aspectos que hacen a los avatares del periodismo.
Durante una charla mantenida con él, abordamos algunos aspectos que hacen a sus comienzos en el medio, aunque también conversamos sobre ese hobby que tiene con la música. Aunque no faltaron algunos detalles acerca de su infancia tanto como no podía faltar el recuerdo acerca de cómo vivió, siendo soldado conscripto, la Guerra de Malvinas en 1982.

VIDA DE PURRETE
Hasta que se casó, José Silva vivió en calle Piedra Buena y Gobernador Mayer. Una linda zona de la ciudad, donde con otros pibes compartía los clásicos juegos de la época, tiempos que recuerda con mucha felicidad e impregnados por las competencias de autitos o los picados de fútbol.

LOA: ¿Tenías tu banda de amigos o eras de manejarte solo?
JS: Teníamos una bandita de amigos con los que nos juntábamos en el predio que tiene Prefectura en ese sector, que ahora está cercado. Hay aún una canchita frente al Polivalente de Arte donde entonces nos juntábamos a jugar a la pelota. Es más, una vez nos pusimos las pilas para ponerle los arcos, que durante algunos años fueron de madera. Éramos clásicos rivales del barrio YCF, hasta allá nos íbamos caminando cuando se podía, porque algunos amigos del barrio tenían conocidos de la escuela allá. 

LOA: ¿Te quedan amigos de esos tiempos?
JS: Me quedaron algunos, aunque muy pocos. Recuerdo a Carlos Gamarra, que ya falleció, pero con quien andábamos para todos lados. Después, el Rafa Fuentes o “Vaguito” Balcaza, que la casa todavía está en la esquina de Piedra Buena y Comodoro Py, frente a la escuela. 

LOA: ¿Y qué hacían además de jugar a la pelota?
JS: Nos juntábamos mucho para andar en bicicleta, y cuando éramos pibes hacíamos competencias de autitos, esos que venían de plástico, los Torino o Fiat, que llenábamos de piedra por dentro y hacíamos circuitos. Ingeniábamos cosas para no aburrirnos. En esa época no había mucho más.

LOA: ¿Sos de repasar esas épocas con amigos?
JS: Sí, y casualmente hace unos días recordaba que nos juntábamos en la casa de un chico de apellido Leiva, “Pocho”, que al hermano le decían “Gordo”. También ahí nos reuníamos con unos chicos de apellido Villa García y Gómez. Ahí hacíamos parodias de radio, con cosas muy artesanales, una radio, un grabador por ahí un Winco con algún disco. Y yo hacía que conducía. Pasábamos muchas horas haciendo eso…

LOA: Digamos que de algún lado se desprende esto de tu acercamiento a los medios…
JS: Claro. Pero, además, yo recuerdo con claridad estar trabajando en alguna otra cosa, antes de ingresar a la radio, y tener sintonizada la radio en LU12. Donde yo trabajaba, por lo menos, recuerdo que escuchábamos al “Negro” Báez los sábados, o los programas de Ricardo Ramos, en la década del ochenta.

ADOLESCENCIA MARCADA 
POR EL RECUERDO DE MALVINAS
A poco de culminar sus estudios en la ENET Nº 1 (se recibió de Técnico Electricista con Orientación en Laboratorio), José se vio enfrentando el servicio militar obligatorio, cuyo sorteo no lo había favorecido para nada: sacó el 881. Entró de cabeza. Aunque de todos modos le tocó Aeronáutica, con lo cual, su instrucción militar primeramente fue por otro carril, hasta que la Guerra de Malvinas cambió definitivamente el rumbo de muchas cosas.

LOA: ¿Qué podés comentarnos sobre esos primeros momentos tan especiales? 
JS: Estuvimos afectados a lo que ahora se llama Teatro de Operaciones del Continente, como soldado de reserva en realidad. Eso nos marcó mucho, porque éramos pibes de 18 años que salíamos -como siempre dije- de joder o divertirse, que trabajábamos o hacíamos changas, para meternos en una guerra. De hecho, cuando nos hablaron de la magnitud de lo que ocurría, nosotros no lo podíamos creer. 

LOA: ¿Y cuándo habías ingresado?
JS: Nosotros entramos en enero, y hasta finales de marzo tuvimos instrucción. Justo salimos de franco, se venía mi cumpleaños -casualmente el 2 de abril-, y lo primero que hago cuando llego a casa fue irme a dormir, porque veníamos durmiendo muy poco, y terminé despertando en la noche. Mis padres habían hecho una cena familiar, había una torta y demás. Pero no alcancé a comer nada porque justo me vinieron a buscar, me subieron a una trafic, y de ahí derecho al aeropuerto. En el camino, fuimos recolectando a todos los que habíamos salido de franco ese día.

LOA: ¿Pero sabías lo que estaba ocurriendo, intuían algo?
JS: No teníamos ni idea. Es más, lo primero que pensamos fue que alguno se había mandado una macana y que la estábamos pagando todos. Pero nadie nos decía nada. Hasta que entramos al aeropuerto, donde después un capitán o alguien nos dijo que partir de ese momento estábamos en conflicto bélico con Gran Bretaña por las islas Malvinas. Nadie entendía nada. Y yo todavía me preguntaba ¿cómo podía ser eso si ayer salimos de franco? No me caía la ficha. Bueno, en ese momento nos juntamos con los más amigos, en mi caso con Mauricio Castillo, Hugo Blanco, René Gallardo y Rubén Montiel, entre otros. Éramos un grupo bien compacto de gente que nos conocíamos, pero recién después tomamos conciencia, cuando empezamos a ver mucha militarización, armamentos, y cuando empezó a llegar la información a través de los comunicados. Me fueron a buscar a casa a las 21 horas del 2 de abril e hicimos guardia toda esa noche. Muchos tratando de entender lo que pasaba.

LOA: Pero te quedaste acá, en Río Gallegos
JS: Sí, todos. Éramos un pelotón de 20 soldados, que habíamos tenido una instrucción, pero no de combate, porque nuestra función teníamos que llevarla a cabo en el aeropuerto. Éramos la segunda camada de lo que era la Policía Aeronáutica Nacional (PAN) que ahora es Policía de Seguridad Aeroportuaria. Entonces, recibimos una instrucción de buen trato hacia el pasajero, de verificar pasaportes y todo tipo de documentación. Pero no éramos de infantería, ni de combate. Saqué el 881, número que me llevó a hacer el servicio en Aeronáutica. 

LOA: ¿Esa situación te dejó un recuerdo especial o un sabor amargo?
JS: Fijate vos que hay cosas que uno no provoca pero que sin embargo te llegan igual. Me refiero a que, a veces, uno quiere ser algo o tiene la vocación de ser militar, por ejemplo, pero sabiendo en ese caso a lo que se expone. En cambio, ¿cómo haces cuando te llega una cosa así, con 18 años, y encima te empiezan a mentalizar para subirte a un avión e ir a matar gente? Eso es diferente. Además, con el correr de los días enterarse de la cantidad de chicos que venían mutilados de Malvinas, chicos que no sabían ni siquiera dónde estaban ni para qué estaban. Entonces, caes en la cuenta de que te puede tocar a vos o a cualquiera.

LOA: ¿Y cómo pasaban las horas estando allí?
JS: Teníamos un régimen de 24 horas de guardia y de reten. En las de reten teníamos que estar atentos a cualquier cosa. Cargábamos aviones con armamento. O los descargábamos en la madrugada. Y a veces también cargábamos el Hércules –cuando venía-, con bolsas que no sabíamos qué era lo que contenían hasta que nos decían que eran cuerpos que iban hacia otro lugar. Y después siempre estábamos ahí, casi sin descanso, comiendo muy poco porque ni la veíamos a la comida, y la poca que nos daban la cuidábamos, igual que con los cigarrillos.

LOA: Esa historia nunca te cerró…
JS: No me gustó para nada, porque veíamos lo que pasaba en Buenos Aires, que decían que venían cartones de cigarrillo, alimento o ropa, pero nosotros no veíamos nada. Ni cartas. Al menos yo no vi nada de eso. Por otro lado, hacíamos un grupo comando con los chicos como para, por lo menos, tener algo de comida en el estómago. Tuvimos momentos difíciles, donde no te daba el tiempo o no tenías comida porque te la pasabas atendiendo lo que estaba pasando en el aeropuerto, que, en ese sentido, Río Gallegos era un punto estratégico. Acá se abastecían los aviones y así fue que conocí la mayor cantidad de modelos que jamás pensé que había tantos, o para qué servía cada uno. Conocí los Canberra, los Guaraní, Pucará, los A4B o los A4C, Mirage, los Danger. Infinidad de aviones que en el aeropuerto sólo veíamos de Aerolíneas, Austral o Lade.

CON LA MUSICA A TODOS LADOS
Una vez que José culminó el servicio militar tuvo que salir a buscar trabajo. Y si bien se había recibido en la ENET, le gustaba mucho pasar música. De hecho, a eso se dedicó durante varios años. Incluso hoy es un hobby que ha podido recuperar. Pero llegaron las noches de boliche, más divertidas y afables que aquellos “bélicos” días que de a poco fueron quedando atrás…

LOA: ¿Antes de dedicarte a la fotografía pasabas música?
JS: Sí, y lo que ahora le dicen “dee jay móvil” antes le decían “callejero”. Entonces, agarraba mis cosas, pedía prestada una camioneta y salía por las calles. Si pintaba casamiento, cumpleaños, colegio, o lo que sea…

LOA: ¿Qué música te gustaba o pasabas esencialmente?
JS: De esa época, música funky, disco y toda esa movida. Mi tendencia, en realidad, era la del lineamiento que tenía el boliche en donde trabajaba…

LOA: ¿Cuál boliche?
JS: Trabajé para “Roca 56”, el boliche ex “Zeta”. Estaba donde era Caripe antes, donde ahora hay una tienda, estaba arriba. En esa época estaba el Bowling, Tropicana y Tenerife. 

LOA: ¿Cómo fue esa época de boliche? 
JS: Te digo, de lo que hice yo no me arrepiento de nada, porque lo hice con muchas ganas y pasión. A pesar que mis viejos se enojaban, porque toda la plata que recaudaba estaba destinada a la compra de discos o alguna luz. Ni ropa me compraba, por lo que usaba los pantalones parchados, hasta que no daban más. Pero para mí fue una de las mejores épocas que viví, y que gracias a Dios se la puedo contar a mis hijos hoy, cuando escuchamos música o vemos algún video, que ellos son de otra generación en ese sentido.

LOA: Atravesaste la época del disco, pero además la introducción al mundo del video musical, que luego MTV popularizó, ¿cuál es tu análisis?
JS: En aquella época a los videos los veías en tu casa. Hoy la mayoría de los dee jays pasan música en video. A unos le gustará a otros no, pero es así. También, gente de mi generación recordarán cuando salía el corte promocional de un disco, que apenas salía esa canción ya estabas esperando el corte otro de ese mismo intérprete. Entonces, había necesidad de andar juntando plata para tener esas canciones. Además, o comprabas nacionales o importados, que, obviamente, eran de mucha mejor calidad, venían con otra presentación y hasta un perfume cuando los abrías. Hoy algunos chicos se ríen por lo de las fiestas retro, aunque no sé qué cultura musical van a tener ellos si hoy escuchan solamente el “chengue changue”. Porque estamos en el año 2012 y se escuchan temas o bases de los ‘80 o ‘90, bases de dee jays que están en la cúspide de la música electrónica. Entonces, nosotros podemos disfrutar de eso que no sé si otros van a poder.

LOA: ¿Todavía estás pasando música?
JS: Sí, aunque más como hobby que otra cosa. La idea del dee jay es que la gente se mantenga bailando y que la hagan bailar. Muchos por ahí ponen un tipo de música porque gustan de ese estilo. Pero, por ejemplo, me pude gustar mucho el rock nacional, pero no puedo estar pasándolo toda la noche en un casamiento porque me van a sacar de los pelos. Entonces, hay que preparar la rutina, analizar cómo viene la noche, tantear a la gente. Y observar, de acuerdo a lo que pones, que es lo que va queriendo. No solamente hay que hacer bailar a los chicos, también a la gente grande, porque ellos también van a divertirse.

UN MUNDO NUEVO 
A TRAVES DEL LENTE
Interesante resultó conocer la manera en que José sintió atracción por el mundo de la fotografía, tanto como advertir el entusiasmo con el que encaró una nueva aventura. Por entonces Río Gallegos no contaba con espacios de capacitación o de aprendizaje como puede haber hoy. Por lo tanto, también en esto tuvo que aprender a saltar obstáculos. Aunque, a decir verdad, antes de convertirse en reportero gráfico, fue metiéndose en el mundo de la radio.

LOA: ¿Qué recordás del inicio en los medios de comunicación?
JS: Yo empecé a hacer fotografías por mis medios, tenía ganas de hacer fotos para el diario, esa es la verdad, pero fui a parar a la radio. Me dieron un cable, que lo leí y me dijeron que podía tener una veta en ese sentido, leyendo boletines y cables, que antes venían en las teletipos.

LOA: ¿Y cuándo comenzó a interesarte el mundo de la fotografía?
JS: Recuerdo que eso ocurrió cuando vi una película muy vieja de Nick Nolte llamada “Bajo Fuego”. Y después empecé a buscar en videos antiguos de VHS otras películas, que casualmente reflejaban conflictos bélicos en la zona de Centroamérica. Pero me llamó la atención esa película por la cámara que tenía el protagonista, cómo trabajaba, cómo se desenvolvía, cambiaba los lentes o fotografiaba y revelaba. Pensé que era copado lo que hacía. Y comencé mi carrera acá en Río Gallegos buscando un lugar donde aprender fotografía, que alguien me enseñara a manejar una cámara.

LOA: Y no fue fácil en esa época supongo…
JS: Y… no lo fue, porque nadie me enseñó. Eso fue después del Industrial y del Servicio Militar. Te hablo del 83, más o menos. Y ahí comencé a ver dónde podía aprender, que alguien me enseñara. Lo primero que me compré fue una Yashica, lo que tenía en ese momento a mano dentro de mis posibilidades. Yo ya había visto la Nikon, pero tuve que comprarme esta, que era muy básica pero que de todos modos venía con un kit de elementos que me servían. Así comencé, recorriendo las casas de fotos, que no eran muchas en ese tiempo, y en todos lados me decían: “No pibe, acá no enseñamos fotografía. Acá revelamos”. Con el tiempo, Alejandro Victoria fue quien me terminó enseñando.

LOA: Es decir que la inserción en el diario fue bastante posterior…
JS: Sí, mucho después. Incluso ya había estudiado fotografía, que me fui a Buenos Aires como pude haberme ido a Comodoro Rivadavia o a Mar del Plata. Estuve haciendo una pasantía en el Diario Popular.

LOA: ¿Cómo fue ese proceso de estudio?
JS: A mí no me gustaba el encierro, y recuerdo que el profesor que me enseñaba me veía fastidioso. Lo mío no era estar tres horas a la mañana y cuatro a la tarde, que esas salidas que se hacían acá igual las había hecho, cuando el Municipio dio un curso en Sala Gente del Sur. Entonces, allá (durante la década del noventa) fui con una base medianamente armada, aunque quería otra cosa. Y el profesor me preguntó un día por qué no me gustaba, a él lo ponía mal que un alumno no se sienta bien en clase porque “me da la sensación que estoy dándola mal”, me dijo. Entonces, le plantee que a mi me gustaba la calle y que me ponía mal estar encerrado. Ahí me habló de fotoperiodismo y recomendó que de algún modo me fije si podía conseguir una pasantía en algún diario para que vaya aprendiendo la mecánica del fotoperiodismo. Acá estudié fotografía inicial y básica, más los libros que iba comprando, porque nadie enseñaba nada. Y después fue que salí en busca de esta posibilidad en Buenos Aires, que estuve un tiempo, unos meses.

LOA: ¿Cuál dirías que es tu función como reportero gráfico?
JS: Tratar de reflejar todo, en lo posible. 

LOA: ¿No es muy pretencioso mirarlo desde ese lugar?
JS: Pero es que tiene que ser así. Y si un material fotográfico resulta muy fuerte, se puede trabajar para que no lo sea tanto. Pero lo ideal sería, no digo un diario lleno de fotografías, pero sí que las fotografías, si están buenas, ocupen un buen lugar. Los que estamos en la calle le decimos “estampillita” a ciertas fotos porque le ponen mucho texto y la imagen va bien chiquita. Pero mirá vos que capaz que la gente a veces lee 3, 5 ó 10 renglones y ya dejó de leer la nota porque es muy larga. Y la gente siempre mira fotos, tiene esa intención. De hecho, hoy por hoy, en lo que es online vas y ves un título, una bajada y más o menos una cronología de lo que pasó. Hay temas, claro, en los que la gente necesita muchos detalles, pero no son todos.

LOA: Pero una buena foto no necesariamente tiene que ir acompañada de texto, a lo sumo una breve sinopsis o epígrafe…
JS: Lo que pasa es que es lindo cuando se resalta la foto. Cuando hice la pasantía en el Diario Popular, tenía un jefe de Fotografía que me rayaba todos los negativos porque no le gustaban, no le daba justo a la luz o estaba subexpuesta o era demasiado blanca o simplemente no le gustaba. Él siempre me decía, “comprate un poni, anda a la plaza y vas a ganar más plata que estar acá”, siempre me lo decía (risas).

LOA: Justo a vos…
JS: No sabés cómo salía de ahí, quería patear todo. Para colmo era un pasillo largo y el tipo te iba gritando de atrás. Pero era otra cosa, vos estabas trabajando a full y yo quería aprender. Tenía que hacer caso, callarme la boca y escuchar. Después, en frío, analizaba lo que decía y tenía razón, el encuadre, la fuerza de la fotografía, la toma o cómo el lugar incide.

LOA: Una pasantía enriquecedora… 
JS: Sí. También ahí conocí como era una guardia periodística. Y te daban todas las herramientas como para no tener excusas. Dos cámaras, cincuenta rollos, gran angular, tele corto, tele largo. Tenías que llevar la foto, no te podías hacer el oso.

LOA: Pero volviste ¿y cómo te fue?
JS: Quería trabajar a toda costa. Y me gustó mucho el tema del diario, como me enseñaron, lo que aprendí. Pero cómo son las cosas, que pasaron los años y en el Complejo Cultural se realizó un taller de fotografía periodística que lo dictó esta misma persona. Él me decía: “A vos te veo cara conocida de algún lado”. “No, está equivocado”, le decía yo. Pero él insistía: “De algún lado te conozco, ¿no estuviste en Buenos Aires alguna vez?”. “No, no. Hay mucha gente que se parece”, le retruqué. 

LOA: ¿Y por qué no le dijiste?
JS: Sí le dije, pero cuando terminó el curso. Porque si no me iba a “verduguear” en el medio de la clase (risas).

LOA: ¿Y cuándo comenzaste a trabajar para La Opinión?
JS: No se cómo se dio, pero resulta que un día conozco a Osvaldo Graves, con quien entablamos una amistad al cabo de un tiempo, y recuerdo que él trabajaba en otro lugar en esos tiempos, además del diario, y como yo no trabajaba me dijo un día si podía hacerle el favor de sacar unas fotos por él durante unas actividades deportivas, que él me daba los rollos y los revelaba. Yo acepté contento, y me iba para todos lados caminando. 

LOA: Me imagino la ansiedad porque salga esa foto al otro día…
JS: Claro, al otro día veía y decía “esta foto es mía”. Que allá, en Buenos Aires, le ponían crédito, acá no, pero igual. Yo sabía que era mía y no importaba. 
Pero bueno, cada vez estaba más embalado, y justo pasó que estaba por irse un chico que hacía deportes en LU12, Oscar Miguele, él había agarrado un laburo en otro lado y no quedaba nadie para hablar de deporte. Así que un día, como conté anteriormente, vine a ver a Osvaldo y alguien agarra y me pide que lea el comunicado. Posteriormente me preguntan qué estaba haciendo y a quién andaba buscando: “A Osvaldo Graves” le respondí, y soy reportero gráfico, contesté además. Yo ya tenía la historia encima, estaba reloco con que era reportero (risas). Pero bueno, como me habían hecho leer el cable y me hablaban sobre la radio yo empecé a pensar “algo huele mal”, porque me querían meter en la radio y yo en realidad quería ir al diario. En definitiva, recuerdo que estuvimos haciendo un programa deportivo con Angel Vargas y Carlos Saldivia, “Frecuencia Deportiva” se llamó y no sé cuánto estuvo al aire. 

LOA: Querías ser reportero gráfico y terminaste en radio, irrisorio…
JS: Y encima recuerdo que en esa época la persona que estaba a cargo de la radio me quería hacer leer a propósito, porque él pensaba que yo me iba a casa y leía. ¡No, si yo quería hacer fotos! Así que me mandaba esos cables con comunicados, por ejemplo, de torneos de ajedrez en Moscú con los nombres de los participantes en ruso y tenía que leerlos. Ahí te vas dando cuenta que tenés que tener a primera vista leído lo que te van trayendo. Después, todos los cursos que se hicieron o talleres de radio también los hice, hasta que, finalmente, se dio la posibilidad de entrar al diario. Que pasaron como cinco años, ya en 1994 más o menos.

LOA: Al fin y al cabo, por entonces eras lo que sos ahora: un reportero gráfico…
JS: Esa era mi meta. Y ahí estaba yo, feliz cuando comencé a trabajar en el diario, que era dormir con la cámara al lado y levantarme para salir a trabajar. También lo lindo es cuando vas a las actividades y te sentís parte del medio, en este caso de La Opinión Austral, que tiene su peso y que yo no magnificaba cuando recién empezaba en esto. Entonces, comenzás a trabajar de otra manera y a prestarle más atención a ciertas cosas, a no dejarte influenciar por otras personas que cuando sos nuevo te quieren llevar para otro lado.

LOA: Pero claro, empezabas otra etapa, la más reciente…
JS: Seguramente. Y después, dentro de lo que es la geografía de Río Gallegos, de su gente y las cosas cotidianas, era comenzar a ver de qué manera yo podía tratar de sacar una foto que diga algo. Viste que hay lugares donde el mismo escenario te facilita las cosas para hacer una fotografía u otros, donde durante una conferencia, una persona que presenta un libro está sola. Uno se pregunta en esos casos cómo va a dibujar la fotografía para que se complete un poco el fotograma. Con el correr de las actividades y de los días, se van presentando nuevas cosas.

A pesar que a José Silva la mayoría de la gente lo conoce por su tarea como reportero gráfico, su historia de vida, en realidad, presenta otros aspectos que van más allá y que dan para profundizarlos también. De hecho, la conversación pudo haber sido simplemente sobre sus vivencias durante la Guerra de Malvinas, o quizás sobre su desempeño en la radio, que en ese ámbito también ha realizado muchísimas coberturas, tanto deportivas como políticas. 
Pero claro, aunque se considere un tipo “audaz” antes que un “todoterreno”, quizás ambas cosas lo definan muy bien.

Por Claudio Alvarez
viscerales20@hotmail.com


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