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viernes, 11 de mayo de 2012

"REPERCUSIONES SOBRE EL ESTRENO DE "LOS PIBES DEL PUENTE"‏


En el día de hoy concluye “Los Pibes del Puente”, serie de ficción ganadora del concurso “Series de Ficción para productoras con antecedentes” del Plan Operativo de Promoción y Fomento de Contenidos Audiovisuales Digitales 2010 (POPFCAD) impulsado por el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales y el Consejo Asesor del Sistema Argentino de TV Digital Terrestre, que tuvo su estreno el día miércoles 2 de mayo a las 22:30 hs. y que mostró a través de la pantalla de Canal 7 un producto que combina el melodrama y el realismo de un grupo de chicos en situación de calle y que retratar esa realidad “que no miramos”.

Los medios de comunicación opinaron y dijeron sobre la serie:

Diario “Página 12”:

“Ningún pibe nace chorro. Pero no todos pueden elegir su destino. Esas dos verdades, tan obvias como contundentes, son las que parecen haber promovido el guión y la puesta de Los pibes del puente, la miniserie de ocho capítulos que Canal 7 emite diariamente a las 22.30. Ganadora del primer puesto de la región metropolitana del concurso Serie de Ficción Federales convocado por el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), la flamante ficción aborda con crudeza la problemática de los niños y adolescentes “de la calle” en una trama que, sin enfatizar en innecesarios golpes de efecto, logra atrapar a los televidentes, a la vez que los invita –solapadamente– a reflexionar sobre el mundo en que se vive. Sin estigmatizar a esos chicos para los que el futuro no es más que una posibilidad abortada por las condiciones sociales que el sistema les impone, Los pibes del puente posee la virtud de contar una historia verosímil mostrando causas y consecuencias, en un relato que no es ajeno a una realidad que incomoda y que muchas veces se vuelve invisible a los ojos de los grandes medios de comunicación.

En la misma línea estética de películas como “Pizza, Birra, Faso” y series de TV como “Okupas” o “Tumberos”, “Los pibes...” forma parte del género de “ficción social” que paulatinamente fue incrementando su espacio en la pantalla chica. En este caso, el programa se sumerge en un grupo de chicos y chicas excluidos de la sociedad, que intentan sobrevivir con las herramientas –no siempre legales, no siempre acordes a los modos de la clase media– que pudieron obtener por su cuenta. Sin pretensión aleccionadora, la creación de Patricio Salinas Salazar y Celeste Casco (también autores) construye un retrato amplio de un posible colectivo marginal, al que no se lo juzga. Como una manera de no caer en la estigmatización del periodismo televisivo, en Los pibes... no por “víctimas” los chicos no dejan de cometer delitos, en un concepto equilibrado para contar esa realidad en toda su complejidad.

Sin concesiones, “Los pibes...” cuenta la vida de un grupo de chicos de la calle, cada uno con una pesada historia sobre sus hombros, que tratan de abrirse paso en un mundo que, lejos de cobijarlos, los expulsa a cada instante. Suerte de “pandilla” cuyos integrantes saben que lo único que tienen son ellos mismos, los chicos conforman un colectivo que, sin perseguirlo explícitamente, resulta ser el único de la vida social que los contiene. En ese encuentro autodidacta de estrechos lazos vinculares, los chicos cometen sus “errores”: encabezados por Bingo (Matías Marmorato), quien se gana la confianza de un importante narcotraficante (El Ruso, interpretado por Gustavo Garzón), comienzan a duplicar cocaína en una fábrica abandonada. La trama se complejiza cuando Yessy (Guadalupe Docampo), la acomodada hija de El Ruso, deprimida por la dudosa muerte de su madre, se enamora de uno de los amigos de Bingo, encontrando en ese grupo su lugar en el mundo. A partir de allí, la historia avanza sobre las dificultades que enfrentan los amigos en un mundo infernal al que sobreviven creando sus propios anticuerpos.

En la representación de ese universo cotidiano y real, Los pibes... logra trascender, incluso, el sesgo social que los grandes medios refuerzan a cada instante. La incorporación al grupo de Yessy, una chica de clase social alta y con necesidades materiales satisfechas, le aporta a la trama un tamiz superador, que no limita a los excluidos en función de sus condiciones socio-económicas. En este caso, el guión amplifica su mirada hacia la juventud excluida en situación de desamparo afectivo –tanto familiar como social– al que se ven sometidos miles de chicos en edad en la que desarrollan su personalidad y se empiezan a formar como ciudadanos. Con crudeza y violencia, aquí no hay “pibes chorros” sino adolescentes vulnerables ante la falta de redes de contención. La mirada crítica del programa, en todo caso, hace foco en cómo los mecanismos de contención social –desde la familia hasta las instituciones estatales– fallan indistintamente, expulsando jóvenes de toda clase.

Más allá de las intenciones, buena parte del logrado trabajo de “Los pibes...” es la coherencia y la sensibilidad en las que se basa la propuesta. El diseño estético de la ficción se corresponde con la historia que cuenta, a partir de una cámara en movimiento cuyos planos dan la sensación de “espiar” a los protagonistas, sin preciosismo sino en función de la historia áspera que retrata. En este punto, las locaciones en exteriores y el uso de luz natural en casi todas las tomas le imprimen al programa una cuota de verosimilitud necesaria, en un montaje “duro” que enfatiza el naturalismo de las ajustadas actuaciones. Al cuidado técnico se le suma, además, un minucioso trabajo en los libretos, capaces de reflejar un universo duro sin caer en los estereotipos ni en la estigmatización mediática. En “Los pibes...” hay delitos, brutalidades y asesinatos, y la droga sobrevuela a los chicos. Sin embargo, en ningún momento se muestra a los personajes drogándose ni tomando alcohol. Una precaución que, junto con la idea de hacer una ficción y no un documental como una forma de proteger a los verdaderos “chicos en situación de calle”, le otorga a la problemática abordada una sensibilidad fina, sin maniqueísmos ni golpes bajos.”

Para más información:


Diario “Sin Mordaza” de Santa Fe:
“Los sectores más vulnerados se juegan la vida a cada instante y con un contexto signado por las drogas y la falta de oportunidades, Los pibes del puente muestran una cultura muchas veces silenciadas. Lejos de estigmatizar, las diferencias son una pequeña muestra de este concepto, desde el hip hop entonado para pedir monedas hasta el auto de alta gama del Ruso (Garzón).

El barrio no concede treguas, se muestra cautivo y observador mientras los monoblocks se elevan por sobre los problemas cotidianos. La dureza de la calle termina por curtir el carácter de los pibes mientras la violencia se mezcla con la niñez nunca atendida y la riqueza cultural menos escuchada y aceptada. Los pibes del puente tienen un alma que se retuerce por dentro, por las vivencias y por los golpes. Los pibes del puente tienen códigos, se refieren al mundo desde su lugar en él. Son carne de cañón por cada uno de sus actos y quieren ganarse la vida que no tuvieron cuando llegaron. Sin ser esperados, la amistad entre ellos emerge en forma de botín, y el dolor se esconde para no dejarlo crecer, o quizás se vuelve coraza.

La miniserie gana con el recurso de mostrar la llegada al hospital de la hija del Ruso mientras uno de los pibes muere luego de un balazo, al marcar que en muchas ocasiones hasta los más disímiles sectores sociales pueden pasar por una situación similar.
Entre las actuaciones, es impecable la labor de Matías Marmorato (Bingo) que se erige como la figura del líder innato, el que lleva la voz cantante. Su pasado es el mismo que el del resto.

Con la ley del empedrado como caballo de batalla Los pibes del puente son una más que interesante puesta para hacer visible eso que muchas veces se esconde debajo de alfombra.
La propuesta surgió del concurso que organiza el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA). La ficción, escrita por Patricio Salinas Salazar y Cecilia Casco se podrá ver de lunes a viernes a las 22:00 hs. “Nuestra intención nunca fue hacer algo relacionado con el documental: siempre supimos que queríamos contar un cuento, algo que atrape al espectador y lo conduzca por la trama en la cual no faltan puntos de giro y que hace que cada capitulo sea un estallido”, cuenta Casco”

Para más información:


Diario “Miradas al Sur”:

“Como parte de los ciclos de ficción de la Televisión Pública, el miércoles pasado se estrenó Los pibes del puente, propuesta surgida del concurso que organiza el INCAA, escrita por Patricio Salinas Salazar y Cecilia Casco.

Con estética realista, la serie hace foco en la historia de un grupo de chicos marginales encabezados por el personaje Bingo (Matías Marmorato). Para el bien del televidente, no se trata de esa mirada estigmatizante de aquellos programas que con estilo documental viajan con sus cámaras para visitar las villas, a modo de un estudio antropológico, hacia las clases bajas entendidas como principales usinas de violencia y delitos. Más bien, se trata de un punto de vista más amplio que deja entrever las consecuencias de décadas de retiro del Estado y de zonas liberadas en las que impera “la ley de la selva”, justamente el título de la emisión debut.
Pero Los pibes del puente va todavía un paso más allá para intentar un cruce de clases cuya resolución corre el riesgo de caer en lugares comunes. Me refiero a que no sólo se dedica a retratar la vida de un grupo de adolescentes con familias destrozadas, prácticas, jergas y códigos propios en los que se dejan ver el rap wachiturrense, el robo y la droga, sino que en paralelo se adentra en la historia de Yessy (Guadalupe Docampo), hija del que, por ahora, aparece como un millonario de dudosa reputación. El retrato de Yessy es el de los “niños bien que tienen tristeza” o, como reza la canción, el de aquellos que antes que religión tienen ansiedad: una adolescente deprimida por la muerte de su madre que culpa al padre de aquella tragedia y vuelca toda su angustia en impulsos como ir a la fiesta prohibida, alcoholizarse, tener sexo en el baño con uno de los camareros y, paso seguido, cortarse las venas.

El cruce de las historias se explicita cuando, al término del primer capítulo, los adolescentes cuyo punto de reunión es el puente y “la niña bien” comparten realidad en el hospital: unos por el ajuste de cuentas que recayó en el más jovencito e inocente del grupo, y la otra por el episodio del intento de suicidio. El cruce de miradas entre uno de los marginales y ella presagian un vínculo interclase que habrá que ver cómo es resuelto por los autores.

Para finalizar, Los pibes del puente me recordaba la estética de aquella novela de Roberto Saviano titulada Gomorra, llevada al cine en 2008. El título, claro está, invita a que el lector asocie la simbólica ciudad mencionada en la Biblia con la Camorra Napolitana en el marco de las relaciones que se establecen en esa suerte de monoblock abandonado y con leyes propias en la que transcurre la historia. En Los pibes, los monoblocks han sido reemplazados por los puentes de la estación Villa Luro. Pero el desprecio por la vida y la angustia aparecen también como problemáticas que se amplían a otros estratos, aquellos donde no existen problemas económicos y donde reina la previsibilidad. Al fin de cuentas, se trata de mostrar que los ricos también tienen su Gomorra.”

Para más información:


Televisión.com.ar:

“Los Pibes del Puente”, la nueva miniserie debutó en Canal 7 con el foco puesto en la realidad de todos los días de un grupo de jóvenes.
Los sectores más vulnerados se juegan la vida a cada instante y con un contexto signado por las drogas y la falta de oportunidades, “Los Pibes del Puente” muestran una cultura muchas veces silenciadas. Lejos de estigmatizar, las diferencias son una pequeña muestra de este concepto, desde el hip hop entonado para pedir monedas, hasta el auto de alta gama del Ruso (Garzón).
El barrio no concede treguas, se muestra cautivo y observador mientras los monoblocks se elevan por sobre los problemas cotidianos. La dureza de la calle termina por curtir el carácter de los pibes mientras la violencia se mezcla con la niñez nunca atendida y la riqueza cultural menos escuchada y aceptada. “Los Pibes del Puente” tiene un alma que se retuerce por dentro, por las vivencias y por los golpes. “Los Pibes del Puente” tiene códigos, se refieren a al mundo desde su lugar en él. Son carne de cañón por cada uno de sus actos y quieren ganarse la vida que no tuvieron cuando llegaron. Sin ser esperados, la amistad entre ellos emerge en forma de botín, y el dolor se esconde para no dejarlo crecer, o quizás se vuelve coraza.

La miniserie gana con el recurso de mostrar la llegada al hospital de la hija del Ruso mientras uno de los pibes muere de un balazo, al marcar que en muchas ocasiones hasta los más disímiles sectores sociales pueden pasar por una situación similar.

Entre las actuaciones, es impecable la labor de Matías Marmorato (Bingo) que se erige como la figura líder innato, el que lleva la voz cantante. Su pasado es el mismo que el del resto.
Con la ley del empedrado como caballo de batalla “Los Pibes del Puente” es una más que interesante puesta para hacer visible eso que muchas veces se esconde debajo de la alfombra.”

Para más información:

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