Los jóvenes que de a miles iban
juntos a la Plaza
de Mayo el sábado 24 o que se expresaron en miles de actos públicos en todo el
país, nacieron después del fin de la dictadura, y la mayoría no tienen
familiares directos que hayan participado de la política de aquellos años.
Una máxima del tratamiento de las noticias es hacer hasta el más mínimo esfuerzo para obtener la verdad. Es decir, un máximo de concentración para no tener la más mínima tentación de caer en el oportunismo y la falsedad. Está claro que, cuando se trata de la opinión, un género demasiado abusado del periodismo, las mínimas subjetividades pueden abrir puertas que provoquen debates máximos. Pues bien, si nos situamos en el género noticioso, el de la proximidad al rigor informativo, despojado de preconceptos, es dable observar que la prensa del establishment comete las máximas aberraciones. Por ejemplo, cuando habla de la princesa Máxima (de
Porque Jorge Zorreguieta era miembro de
Esos mismos medios, cuando se trata de Máximo Kirchner, en más de una
oportunidad, lo mencionan como el hijo de la Reina Cristina , sin
hacer la más mínima mención de que es miembro de la real casa (sin mayúsculas)
del 54% de los votos populares; es decir, el máximo caudal de la historia de la
recuperación de la democracia. El gran problema, para esos medios, es que
Máximo es joven y es hijo de Néstor y Cristina. Y, encima, ¡quiere perpetuar el
poder K!
Pero llegamos a una máxima paradoja. Si les ponemos nombre a esos medios que
hacen de una historia que podría ser mínima pero que pretenden explotar al
máximo, vamos a encontrar a La
Nación , Clarín y Perfil. Pues bien, desde hace 20 años, el
director en funciones de La
Nación es Bartolomé Mitre. Ya cumplía funciones ejecutivas en
La Nación en
1976, cuando se consumó el golpe de Estado. En ese momento, el director era su
padre, también Bartolomé Mitre, bisnieto del Bartolomé Mitre que había fundado
el diario. Este Bartolomé Mitre encabezó las actividades que permitieron
consumar la apropiación ilegal de Papel Prensa junto a Héctor Magnetto, que lo
hacía por Clarín. ¿Qué edad tenía el contador Magnetto? ¡32 años! Una edad
mínima para esa máxima responsabilidad si nos guiáramos por los parámetros de
juventud que estimulan a los editores de La Nación y Clarín para juzgar a Máximo K, que tiene
35 años, y sus mínimos adláteres de La Cámpora , que fluctúan entre los 25 y los 41 años.
¿Y Jorge Fontevecchia, director de Perfil y amargado por la juventud de quienes
están progresando en funciones electivas y directivas de la Argentina ? Pues bien,
Jorge F. tenía 21 años cuando fundó Editorial Perfil, nada menos que de la mano
de su padre. Un dato mínimo: se trataba del año 1976 y estaban alistados en la
transformación de la
Argentina que debía costar miles y miles de víctimas. Es
decir, este último caso reúne todos los males que él delata: empezó muy joven,
de la mano de su padre, y desde entonces se perpetuó como empresario editorial,
en cuyas empresas ejerce el noble oficio de escribir sin que nadie pueda
controlar sus artículos. Una ventaja que no tienen el resto de los redactores
de los medios de su propiedad.
El tema de fondo lo tienen bien claro los dueños de estos medios que son gente
sumamente inteligente pero que conciben sus medios como “productos” comerciales
e ideológicos y no como espacios de verdades y de debates. En realidad, lo que
está pasando en la Argentina
es que hay una serie de generaciones jóvenes que quedaron aplastadas con la
idea de participación política. Pero no en el sentido de formar parte de
elencos de gobierno, sino de la política como herramienta de participación y,
sobre todo, de transformación de una sociedad todavía muy injusta y bastante
pacata. Y eso, que constituía una de las joyas de la corona autoritaria y herencia
dictatorial, se está quebrando a una velocidad vertiginosa. Estos medios
pretenden asociar el fenómeno de participación juvenil con el gen montonero o
frases por el estilo. Nada más errado –al menos desde el punto de vista de
quien escribe estas líneas– que pensar que hay una suerte de mandato de una
generación revolucionaria que ahora debe ser completado. Los jóvenes que de a
miles iban juntos a la Plaza
de Mayo el sábado 24 o que se expresaron en miles de actos públicos en todo el
país, nacieron después del fin de la dictadura, y la mayoría no tienen
familiares directos que hayan participado de la política de aquellos años. Es
más, muchos de ellos –o ellas– deben tener tíos o abuelos o padres que fueron
militantes y que aún guardan silencio de su vida de aquellos tiempos. Estos
jóvenes no son el resultado de la resistencia a una dictadura o la lucha contra
la proscripción. Muchos de ellos estudian todavía con currículas o con libros
de texto que no son tan distintos de los de años de neoliberalismo. Eso sí,
tienen un contacto directo con maestros que sí les dan elementos para pensar. Y
todavía es muy difícil establecer fechas y motivos para entender algo que ya es
un fenómeno social. Es posible que, tentativamente, puedan tomarse dos momentos
de altísimo impacto en la salida de los jóvenes a los espacios públicos que no
fueran sólo deportivos o de festivales musicales: los actos multitudinarios del
Bicentenario y el acompañamiento masivo en el velorio de Néstor Kirchner.
Y los inquieta algo más. Que estos jóvenes, realmente jóvenes, que ven a sus
madres recibiendo la
Asignación Universal por Hijo o llevando a sus casas las
computadoras que reparte la
ANSES o que empiezan a ver que el trabajo no es una utopía
sino algo que se puede obtener, tomen el rumbo de los militantes de La Cámpora , del Movimiento
Evita o de Kolina, por citar algunas agrupaciones llenas de jóvenes encuadrados
en la política. Les preocupa sobremanera que esta etapa de afirmación de la
política como herramienta de transformación sea apropiada por los más jóvenes.
Porque, claro, buceando hacia el pasado, esos jóvenes van a poder entender qué
hacía cada quien en los sucesivos golpes de Estado y en los momentos de entrega
del país y qué hacían quienes lucharon para lograr una sociedad justa e
igualitaria.
Por Eduardo Anguita : Diario Tiempo argentino
28 de Marzo de 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Bienvenidos!