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martes, 1 de junio de 2010

Tangos y una despedida a puro cariño para Rubén Juárez


El bandoneonista Rubén Juárez, quien falleció esta mañana a los 62 años, es velado en la Legislatura porteña, en medio del desfile de innumerables artistas y seguidores. La ceremonia, además, cuenta con la participación de una orquesta que interpreta clásicos del 2x4.

Hasta el lugar se acercaron, entre otros, Luis Brandoni, Guillermo Fernández, Chico Novarro y María José Demare, entre otros. "Era más que amigo: era mi hermano, uno de esos tipos que no se deben ir nunca. Irrepetible y muy querible", contó Novarro. "Juárez es uno de esos tipos que se va a eternizar. Como Gardel y Piazzolla", agregó Fernández.

Juárez es velado en un féretro celeste y junto a un bandoneón. La ceremonia seguirá hasta la 1.30 y mañana continuará entre las 7 y las 10, momento en que sus restos serán trasladados a la esquina de avenida Corrientes y Esmeralda, donde se realizará un homenaje. El cortejo seguirá luego hasta el cementerio de la Chacarita, donde será cremado.

El músico falleció en el sanatorio Güemes de la ciudad de Buenos Aires, donde estaba internado en terapia intensiva y al que había sido trasladado en los últimos días tras sufrir una descompensación que lo obligó a abandonar la internación domiciliaria en su casa de Villa Carlos Paz, Córdoba.

El compositor padecía un cuadro de cáncer de próstata diagnósticado hace un par de años y que se había agravado en los últimos tiempos por una metástasis en los huesos.
Los 62 años de Rubén Juárez se detuvieron en una clínica porteña, agotados por un cáncer de próstata que ya se había apoderado de su riñón, sus huesos y el corazón. Era de Ballesteros (Córdoba). Allí vio la luz el 5 de noviembre de 1947. A los seis se abrazó al bandoneón y no lo soltó. Por ese entonces, vivía en Sarandí. El naciente rock lo chamuyó en la adolescencia hasta que ganó un concurso de tangos y conoció a Héctor Arbello, guitarrista de Julio Sosa. No tardó en impregnarse de la reciedumbre de "El Varón del Tango". Su canto caminó entonces la noche porteña en Caño 14, El Viejo Almacén y Michelangelo. Aníbal Troilo paró la oreja en "Para vos, canilla", que Juárez había grabado en su primer disco (1969), y le ofreció ser su padrino.

"Sábados circulares", el programa de Pipo Mancera, mostró a ese cabezón que de pie, con bandoneón en ristre, desgranaba sentimiento en milongas y tangos, algunos de su autoría. Cantar y tocar, toda una novedad. "Los colegas míos, bandoneonistas, me dicen: ’¿Cómo hacés?’ Mirá, yo hablo. Estoy tocando y hablo. Yo lo aprendí de chico y las cosas que se aprenden de chico no se pueden volver a aprender... Coordino cuatro cosas: mano derecha, izquierda, respiración del canto y respiración del bandoneón", contó en Tucumán en julio de 1999, una de las pocas veces que vino.

"Yo le hablo de hombre a fueye, mano a mano. Lo mismo que si hablara con la vieja. Y cuando él me responde, se me antoja que Buenos Aires mismo me contesta".

Grabaciones y premios no tardaron en llegar. Toco y me voy, Mi bandoneón y yo, Qué tango hay que cantar (letra de Cacho Castaña), Ultimo tango en Buenos Aires despertaron su creatividad musical como autor.

De buen diente, hermano del pucho y los amigos, fue el creador del Festival de Tangos de La Falda; actuó en dos películas; hizo un dúo circunstancial con Charly García y tuvo que desmentir luego que se hubiesen dado un piquito al bajar del escenario.

Simpatía, seducción, reciedumbre, sentimiento y voz dejaron ayer en banda al tango. Si yo a mi bandoneón lo llevo puesto como un cacho de tango entre las venas. Y está de Dios que al dar mi último aliento, moriremos a un tiempo... mi bandoneón y yo, andará cantando en el universo el "Gordo" Juárez.

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